La religión pura
El verano después de mi primer año en la universidad, un compañero de clase murió inesperadamente. Lo había visto pocos días antes y estaba bien. Todos en la clase éramos jóvenes y viviendo lo que considerábamos la plenitud de la vida.
Vivir en libertad
En Texas, donde crecí, cada 19 de junio había desfiles y picnics en las comunidades afroamericanas. Solo cuando me convertí en adolescente, supe del significado desgarrador de esa celebración: conmemora el día en 1865 cuando los esclavos en Texas se enteraron de que el presidente Abraham Lincoln había firmado la Proclamación de Emancipación que les había otorgado la libertad… dos años y medio antes. Habían seguido viviendo en la esclavitud porque no sabían que habían sido libertados.
Reparando kartings
El garaje de la casa donde me crie guarda muchos recuerdos. Los sábados por la mañana, mi papá sacaba el auto para que tuviéramos espacio para trabajar en mi proyecto favorito: un karting roto que habíamos encontrado. Allí le pusimos ruedas nuevas y un parabrisas deportivo de plástico. Y mientras Papá vigilaba el tráfico, ¡yo andaba por la calle en el karting profundamente emocionado! Al mirar atrás, veo que, en aquel garaje, sucedían más cosas que el simple hecho de reparar un karting: un niño estaba siendo moldeado por su papá… y vislumbrando un poco de Dios en el proceso.
El poder de la voz
Los oradores más influyentes de la historia han sido aquellos líderes que usaron su voz para producir cambios positivos. Piensa en Frederick Douglass, cuyos discursos sobre la abolición y la libertad desencadenaron un movimiento que ayudó a terminar con la esclavitud en los Estados Unidos. ¿Qué habría sucedido si se quedaba callado? Todos tenemos la capacidad de usar nuestra voz para inspirar y ayudar a otros, pero el miedo a hablar puede ser paralizante. Cuando este temor nos abrume, podemos acudir a Dios, nuestra fuente de sabiduría divina y aliento.
La memoria infalible de Dios
Un hombre tenía más de 400 millones de dólares en bitcoins, pero no podía disponer ni de un centavo. Perdió la contraseña del módulo que almacenaba sus fondos, y después de diez intentos, el dispositivo se autodestruiría. Una fortuna perdida para siempre. Durante una década, el hombre había agonizado tratando desesperadamente de recordar aquella contraseña. Intentó ocho veces, y las ocho veces falló. En 2021, lamentó tener solo dos oportunidades más antes de que todo se hiciera humo.
Unir las piezas
Mientras estábamos en cuarentena debido a la pandemia global, con mi familia nos lanzamos a un proyecto ambicioso: ¡armar un rompecabezas de 18.000 piezas! Aunque trabajamos casi todos los días, solíamos sentir que no progresábamos mucho. Cinco meses después, finalmente celebramos colocar la última pieza del rompecabezas de 2,7 por 1,8 metros que cubría el piso de nuestro salón comedor.
Textos, trabas y triunfos
Jaime no dejó que la agitación social, el peligro y la incomodidad le impidieran viajar a uno de los países más pobres del mundo, para alentar a misioneros. La sucesión constante de mensajes de texto revelaba los desafíos que enfrentaba: «Muchachos, activen la cadena de oración. Solo avanzamos 15 kilómetros en dos horas… el auto se sobrecalienta». Los inconvenientes hicieron que llegara justo antes de la medianoche para predicar a quienes habían esperado cinco horas. Luego, recibimos un mensaje con un tono diferente: «Asombroso; unas doce personas pasaron al frente para orar. ¡Fue una noche poderosa!».
Ahora está vacía
Mis hermanos y sus familias pasaron el día mudando las pertenencias de nuestros padres de la casa donde nos criamos. A la tardecita, volvimos para sacar las últimas cosas y, sabiendo que sería la última vez allí, nos tomamos una foto. Intentaba contener las lágrimas cuando mi madre me miró y dijo: «Está vacía ahora». Eso me destrozó. La casa que guardaba 54 años de recuerdos ahora quedaba sola. Trato de no pensar en eso.
Obediencia que libera
La expresión de la adolescente reflejaba angustia y vergüenza. De cara a las Olimpíadas de invierno de 2022, su éxito como patinadora no tenía parangón y la hacía candidata segura a la medalla dorada. Pero luego, el resultado de un análisis de sangre reveló una sustancia prohibida. Agobiada por el enorme peso de las expectativas y la condena, se cayó varias veces durante la competición, y no hubo ni podio ni medalla. Antes del escándalo, había desplegado libertad artística y creatividad, pero ahora su sueño se había roto.
El jardín de Dios
Un recordatorio de la belleza y la brevedad de la vida crece frente a mi casa. La primavera pasada, mi esposa plantó una enredadera de flor de luna, llamada así porque las flores redondas y grandes parecen una luna llena. Cada flor se abre por una noche y luego se seca con el sol de la mañana siguiente, para no florecer nunca más. Pero la planta es prolífica y cada atardecer presenta un renovado despliegue de flores. Nos encanta verla cuando vamos y venimos todos los días, preguntándonos que nueva belleza nos saludará cuando regresemos a casa.